martes, 31 de marzo de 2009

Crítica en castellano de Albert Guiu

Imprenta Babel, Andreu Carranza, editorial Temas de hoy.



Las vivencias de un niño en un pueblo del Ebro, sus inciertas raíces, sus sólidas amistades, su primer y profundo amor, los alrededores geográficos que lo definen como indígena de un paisaje fluvial, el gremio de impresores que define a la familia de su tío, la vieja imprenta que arriba en la buhardilla de la casa que habita en un lugar del Ebro, simboliza la fuerza motriz de una de las ideas centrales de la novela, las trifulcas sociales que dividen a un pueblo con olor todavía a sangre de Guerra Civil, personajes secundarios que van y vienen tiñendo de movilidad y humanidad a veces clara, a veces oscura las páginas de la historia.

Pol, el niño protagonista, el joven protagonista, el hombre ya escritor protagonista, protagoniza una novela río, ya que Pol recuerda aquel pasado de juegos y pasiones que definieron sus primeros años en un pueblo por donde cruza el río, es una novela río porque este sirve de metáfora del camino, de los años que el protagonista caminó y vivió junto a las riberas del río más caudaloso de España, es río porque avanza como tal, sin detenerse siempre hacia delante, y es río porque todo lo abraza el Ebro.

Es una novela de culto a los libros porque ha sabido homenajear desde la literatura a la mismísima literatura, rinde tributo a la cultura escrita con un himno a la imprenta y a los impresores, y con un canto de desprecio a una época que censuró muchísimas obras de una forma tirana, soez y maquiavélica, claro, aquello del fin justifica los medios, parecía ser el grito de guerra de aquellos políticos censores que tanto temían a algunos temas tratados por los mejores poetas, dramaturgos, ensayistas y novelistas de unos tiempos donde el buitre del poder corrupto aleteaba contra todo aquello que tuviese olor a palabra enemiga, a libros presuntamente hostiles, a ideas contrarias a la del mando y ordeno. Durante la novela habrá guiños que demostrarán que con picaresa, astucia y vitalidad se podía hacer algún tímido regate a la censura.

El trato de aquellos tiempos políticos es fiel, sin entrar demasiado en la política queda claro que el pueblo vive contaminado por unas directrices sociopolíticas inamovibles hasta que la muerte las separe, como así fue, los caciques, su orgullo, su orgullo de sangre, casi medieval de ridículo que parece, todo se avecina a los ojos del lector como aquel túnel oscuro que fue la dictadura.

Entre todas esas circunstancias Pol se hace mayor, descubre el encanto de la imprenta, el encanto y la magia, ya que, esa imprenta que habita el desván de su casa, le devolverá la palabra que una conmoción mayúscula le había robado, descubre la amistad, descubre su valentía escondida en un diálogo a nado con el río auténtico Tótem de aquella geografía de fábricas y agua dulce, descubre la muerte que siempre flota vestida de invisibilidad fosca sobre el río, descubre el amor, descubre la literatura, la buena literatura. Lucha por los que quiere y por lo que quiere, arriesgando y quiza soñando. Riesgo y esperanza son los pálpitos que definen la ansiedad que da ritmo al muchacho, que lo hacen feliz e infeliz.

Los bellos poemas que aparecen en la novela, nos muestran las bellezas literarias que eran capaces de censurar los afines al franquismo, León Felipe o Jaime Gil de Biedma, entre otros, casi nada, como prohibir la miel a los labios del niño goloso. Bellas piezas líricas y bellas obras de cualquier otro género literario prohibidas, bellas, didácticas y profundas, silencios que silenciaron a la cultura, menuda magnitud la de la tragedia que denuncia Andreu Carranza.

Con todo, la novela también es un homenaje por una forma de hacer libros que podría extinguirse en breve, la imprenta que inventó a Gutenberg y que acabó con aquellos copistas medievales que poblaban las bibliotecas de los monasterios, copiando y copiando a mano, parece a su vez tomar la senda de un futuro dubitativo, los progresos de la cibernética, parecen llamar a otras puertas a la hora de confeccionar lecturas para el lector, que ya no libros, claro está, parece que los tiempos que corren sirven en bandeja las lecturas delante de una pantalla. Por tanto el amor de los Albión en general y de Pol en particular por la imprenta, su imprenta, la de la buhardilla en particular y por el invento de Gutenberg en general, podrían pasar por una bella y profunda elegía, una despedida con matices de sentido homenaje por una máquina que disparó con infinitos fuegos de artificio la cultura del hombre, sus conocimientos, su sensibilidad, su fantasía.

El paraíso que Borges imaginó bajo la especie de una biblioteca, no hubiese sido tan babélico de no ser por la imprenta y de ahí la infinitud que abraza el título de Andreu Carranza, La Imprenta Babel, libro lleno de sugerencias en el cual se puede ver como unos niños escriben su historia dentro de la propia novela, muy al estilo del Quijote, como un escritor, el autor del libro, escribe la historia de todos los escritores desde que a Gutenberg se le encendió una luz maravillosa que con los años propagaría miles y miles de luces de distintas naturalezas, el invento de Gutenberg fue una estrella que creó constelaciones. El libro de Carranza es un compendio de emociones varias y de distintas fragancias, un compromiso con la esencia de la imprenta y de la literatura. Un retrato de aquel paraíso perdido de la infancia que nos recuerda la arboleda perdida de Alberti.

Leyendo imprenta Babel sin darnos cuenta estaremos en muchos más libros, ya que de una forma u otra habitaremos las páginas de las obras que pasaron por el calor de la imprenta desde sus primeros tiempos hasta fecha de hoy. Estaremos un poco en todas las obras literarias leyendo las páginas de esta Imprenta Babel. Y quizás nos preguntaremos si las campanas doblan por todos los formatos de libros que como el de Andreu hemos olido, hemos tocado, hemos sentido y por supuesto hemos leído.

ALBERT GUIU

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